22-07-2020 | Publicado por Joaquín Martí
Hace apenas tres meses, a primeros de abril, con España bajo el pico de la pandemia, escribimos un post describiendo la situación y las implicaciones para una consultoría como la nuestra. Estas implicaciones aún se sienten, pero es un buen momento para volver la vista atrás, no con ira como en el drama de Osborne, sino con objetividad.
En la actualidad se atribuyen al virus más de medio millón de fallecimientos en el mundo. En España el exceso de fallecimientos sobre la media histórica supera los 44.000, con más de 14.000 sólo en Madrid. Las cifras son escalofriantes. Afortunadamente, aunque el crecimiento de contagios y muertes siga siendo explosivo en algunos países, el número de fallecimientos en España lleva ya más de dos meses dentro de lo esperable.
Estamos por tanto tratando de recuperar la normalidad, personal y profesionalmente. La mayor parte de las empresas se han visto afectadas por la reducción de la demanda, el aumento de gastos, la imposibilidad o dificultad de operar, etc. En algunos casos, como el transporte y los hoteles, los daños han sido extremos; en unos pocos, como las entregas a domicilio, ha crecido el negocio. Pero los efectos medios son fuertemente negativos y no es probable que desaparezcan con rapidez.
Los consultores de ingeniería hemos lidiado con los efectos del confinamiento, sin posibilidad de viajar o vernos con los clientes en persona, reprogramando cursos y congresos, con equipos de proyecto dispersos, a veces bajo condiciones financieras difíciles.
Es admirable cómo los trabajadores se han adaptado a las nuevas condiciones de trabajo y cómo las empresas se han reinventado para hacerlo posible. Y todos hemos sonreído cuando hemos visto a niños corretear interrumpiendo la reunión remota de sus padres.
En el post de hace tres meses recordábamos el jocoso alarde que a veces mencionamos a nuestros clientes, asegurando que los encargos difíciles los resolvemos en el momento, sólo los imposibles nos llevan un poco más. Quizá esto sea un poco exagerado, pero hemos demostrado que somos capaces de operar, y de hacerlo con éxito razonable, bajo las condiciones extremas de estos últimos meses. Y quiero dejar claro que eso se debe a la buena voluntad de todos los participantes.
Pero esa sensación de éxito no debe ocultarnos el dramático panorama de conjunto. Por una parte, el impacto sufrido por la economía es muy serio e, incluso si no empeora aún más, impondrá duros sacrificios en el futuro. Por otra, la batalla contra el virus aún no se ha ganado; en consecuencia, tanto por nosotros mismos como por los demás, seamos prudentes para poder seguir manteniendo los fallecimientos dentro de sus expectativas históricas.