20 años desde Aznalcóllar: enseñanzas recibidas

04-05-2018 | Publicado por Joaquín Martí

Rotura de la presa de Aznalcóllar

El 25 de abril de 1998 España despertó sobresaltada por la noticia del fallo de la balsa de estériles de Aznalcóllar, fallo que resultó en el vertido de unos 1,3 millones de m3 de estériles y 5,5 millones de m3 de aguas contaminadas al río Agrio, aguas arriba y no muy lejos del parque nacional de Doñana.

Principia fue contratada por Boliden, propietaria de la instalación, para peritar el accidente; ahora, 20 años después, vale la pena recordar lo entonces aprendido para no volver a olvidarlo.

El fallo fue realmente espectacular: del orden de 700m de presa se desplazaron distancias de hasta 60m, junto con los 15m superiores del terreno natural, antes de detenerse. ¿Por qué falló la presa? ¿Y qué podemos hacer para evitar ese tipo de fallos en el futuro?

A nivel técnico, las causas del fallo son claras. La presa no falló por causas externas, tales como terremotos, explosiones o avenidas. Tampoco falló por una mala ejecución o porque lo construido no correspondiera a lo originalmente proyectado. La presa estaba condenada al fallo desde el inicio, simplemente porque los cálculos de diseño no incorporaban las características reales del terreno subyacente.

La presa descansaba en unos 4m de aluvial sobre un paquete masivo de 70m de margas azules. Hubo dos aspectos clave de las margas azules que no se tuvieron en cuenta:

  • su permeabilidad era uniformemente muy baja, lo que implicaba que pasarían siglos antes de que el peso de la presa contribuyera con su fricción a la estabilidad frente al deslizamiento. Cuando la presa falló, unos 20 años después de empezar a construirse, su peso aún contribuía muy poco; de hecho, el fallo había estado muy próximo ya 10 años antes y no se materializó por casualidad, sólo porque por cuestiones operacionales se amplió entonces la base de la presa.
  • la fragilidad de su comportamiento. Por fragilidad se entiende que, una vez que el material se ha deformado hasta llegar a su resistencia pico, un aumento de la deformación conlleva una disminución de la carga soportada: la resistencia residual es muy inferior a la resistencia pico. Eso hace posible la ocurrencia de un fallo progresivo, en el que algunas zonas de la superficie de fallo ya desarrollaron su resistencia pico en el pasado y ahora sólo pueden movilizar su resistencia residual. La consecuencia es que, en el fallo, la resistencia media movilizada es sustancialmente inferior a la resistencia pico.

Si se hubiera tenido en cuenta la baja permeabilidad, las margas nunca hubieran tenido oportunidad de mostrar su fragilidad.

Los dos aspectos anteriores fueron los responsables del fallo. Pero, ¿cómo se explica que la presa, en lugar de desarrollar unas cuantas grietas, cabalgara hasta distancias de 60m? Esto ocurrió porque, al fallar la presa, su movimiento inicial dio lugar a la licuefacción de parte de los estériles almacenados, lo que conllevó dos consecuencias:

  • el empuje que los estériles ejercían sobre la presa se incrementó bruscamente un 65%;
  • al comportarse como un líquido, los estériles pudieron acompañar y seguir empujando a la presa durante su desplazamiento, cosa que un sólido nunca hubiera podido hacer.

No hay duda de que los desastres seguirán jalonando la historia de la humanidad, pero esperemos que las lecciones aprendidas del pasado contribuirán a hacerlos menos frecuentes y graves en el futuro.

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